Educar la sexualidad desde la familia: una tarea urgente y posible

Por Juan Francisco Vélez y María Luisa Estrada de V.
fundadores de @protegetucorazonint

Un nuevo escenario, nuevos retos

Educar en la sexualidad dentro de la familia ya no es lo que era. Hoy, los medios están obsesionados con el sexo, pero olvidan lo más importante: la sexualidad como expresión de amor, dignidad y sentido. Nuestros hijos se mueven en un entorno donde los mensajes sexuales están en todas partes, y sus propios amigos pueden ser fuente de presión.

Mientras tanto, muchos gobiernos han tomado el lugar de los padres, implementando programas escolares cuyo único enfoque es evitar embarazos o infecciones, sin formar integralmente. Los padres, confundidos, se quedan callados. Y aunque parezca que ahora hay más libertad para hablar del tema, sigue existiendo miedo, vergüenza, dudas.

Pero si los padres no hablan a tiempo, con claridad y libertad, otras voces—muchas veces desorientadas—ocuparán su lugar.

Los padres son la clave

“Eso nunca me lo habías dicho”, le soltó una adolescente de 15 años a su madre cuando esta intentaba ponerle límites en su noviazgo. La madre se quedó en shock: creyó que el ejemplo y el ambiente bastaban. No fue así.

Hablar de sexualidad con los hijos no es fácil. Toca nuestras fibras más íntimas. A veces, nos sentimos más cómodos hablando con extraños que con nuestros propios hijos. Un papá reconocía: “Mi hija de cinco años ya recibe educación sexual en la escuela… y me alegra, porque yo me pongo muy nervioso cuando me pregunta cosas”.

Muchos padres se sienten así. Como aquella mamá que, cuando su sobrina (no su hija) le preguntó en público si ella también tenía “biberones”, se sonrojó… pero respondió: “Sí, todas las mujeres tenemos para alimentar a los bebés”, y la niña quedó tranquila.

Ser sexólogo no es necesario. Ser padre sí. Aquí van algunos principios clave.

Claves para educar la sexualidad en casa

1. El amor, cuna de la sexualidad

La familia es el primer lugar donde se aprende a amar. En casa se enseña a escuchar, perdonar, compartir, animar. Desde ahí los hijos comprenden que la sexualidad no es solo placer, sino una vía para amar bien.

2. Los hijos, objetivo del amor

Educar en sexualidad no es solo informar, sino ayudar a sacar lo mejor de cada hijo. Requiere reorganizar nuestra vida: trabajo, descanso, relaciones, para que favorezcan esa formación.

3. La familia, espacio de sentido

Cuando la sexualidad se vive bien, fortalece a la familia. Cuando se desordena, la debilita o incluso la destruye.

4. Lo personal importa

Cada hijo necesita una explicación diferente, según su edad, carácter y circunstancias. Aunque pregunten “en general”, siempre están hablando de sí mismos.

5. El impulso sexual: poderoso, pero gobernable

Es un impulso humano natural. No es enemigo, pero sí requiere guía, inteligencia y libertad. No se trata de reprimirlo, sino de orientarlo al bien propio y del otro.

6. Autocontrol: la base del amor verdadero

Quien domina su cuerpo y sus impulsos, puede comprometerse con libertad. Se forma con hábitos pequeños: desde horarios hasta el uso de pantallas.

7. Prevención y presencia

Si los padres están atentos, pueden adelantarse a los peligros. Con palabras, ejemplo y cariño, pueden dar criterios que sirvan como brújula para sus hijos.

Para pensar…

Los hijos tienen preguntas. El misterio de la vida los fascina. Si los padres no responden, lo harán internet, la calle o los influencers.

📉 1 de cada 4 niños entre 5 y 6 años llega accidentalmente a la pornografía en internet.

Entonces, ¿quién está educando a tus hijos?

Cómo hablar con adolescentes

  • Valora lo que cuentas. No des datos fríos, dales sentido.
  • Habla de tus expectativas. Diles lo que esperas de ellos.
  • Eleva el estándar. Anímalos a aspirar a más.
  • Sé breve pero profundo. No sermonees, conversa.

¿Qué decir?

En la pubertad, la curiosidad sexual es intensa. Pero si no hablamos nosotros, otros lo harán con morbo y confusión. Hay que adelantarse y explicar con amplitud, no solo biología, sino sentido.

Estudios muestran que los jóvenes que pueden hablar con sus padres sobre sexualidad toman mejores decisiones. Muchos quieren hacerlo, pero no logran captar la atención de los adultos.

El silencio no ayuda

Los adolescentes de hoy viven en un entorno donde vivir bien la sexualidad puede ser cuestión de vida o muerte, de felicidad o destrucción.

Enseñar en la adolescencia:

Muchos padres no saben qué decir sobre el placer, la masturbación, la pornografía, la homosexualidad, el amor, la moda, los novios. Algunos tienen ideas claras, pero no saben cómo expresarlas. Otros temen parecer anticuados. Y muchos, simplemente optan por no hablar… hasta que ya es tarde.

  • El deseo sexual es natural, pero debe canalizarse.
  • La sexualidad incluye la capacidad de dar vida.
  • El impulso sexual puede transformarse en amor si entra la inteligencia y la voluntad.
  • El autocontrol es libertad: evitar la pornografía, cuidar lo que se ve y se lee, dominar la imaginación.
  • Explica la diferencia entre amor y enamoramiento.
  • Ayúdales a retomar el camino cuando se equivoquen.
  • Invítalos a dialogar con Dios, fuente de fuerza y sentido.

¿Cómo captar su atención?

  • Una imagen provocativa puede ser el inicio de una conversación valiosa.
  • Cuestiónalos con cariño si usan lenguaje vulgar.
  • Habla desde lo positivo: qué es una buena amistad, qué cualidades tiene un buen novio.
  • Comparte tu historia. Cuéntales lo que viviste tú.
  • Cuéntales una historia real y deja que opinen.
  • Obsérvalos. Su lenguaje corporal dice mucho.

Recomendaciones para hablar con adolescentes

  • Adelántate. Llega tú antes que la calle.
  • Aprovecha lo cotidiano.
  • Habla claro, según su edad.
  • Sé breve, directo y cambia de tema con naturalidad.
  • Conecta con el amor, la fe, los valores.
  • Pon metas y límites.
  • No juzgues ni ridiculices.
  • Fomenta su intimidad y respeto.


Educar en la sexualidad no es hablar de sexo, es enseñar a amar con el cuerpo, la mente y el corazón. Es ayudar a los hijos a vivir con libertad, dignidad y alegría. Y no hay nadie mejor para hacerlo… que tú, mamá y papá.

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